sábado, 22 de noviembre de 2014

Extracto del relato "Ojos de Fuego"





 Extracto del relato 
"Ojos de Fuego"

 Indiana Om


 



El tiempo de los dioses se detiene. El de los humanos se escurre, como la primavera que, lentamente, sin frontera definida, da paso al estío.

Los calores empiezan a escampar. Las tierras se visten de ocres y verdes aceitunados. Los frutos a la sazón revientan jugosos en los árboles. Las aves trinan a todas horas y las chicharras martillean la soledad de los campos.

Maggie disfruta como una colegiala en sus vacaciones estivales. El ocio se le antoja la más sabrosa ocupación, el más ancestral de los juegos. No ha vuelto a tomar los pinceles. ¡Su pasión artística queda ahora tan lejana! Se diría que jamás empuñó un carboncillo apenas para dibujar algo. Sus ansias de expresión están colmadas con creces. Maggie ahora ya no sueña. Está despierta ¡y mucho! en su propio sueño. No necesita anhelar. No necesita desear. Todo está saciado de antemano. No necesita… ni siquiera pensar.

“Ojos de fuego” no se separa de ella apenas. Es un acto natural en ellos permanecer   todo el tiempo juntos. Se diría que tratan de aprovechar esos días robados al ritmo de los humanos, como si fueran a acabarse en cualquier momento, como si fuera el último de sus existencias.

Una brizna de temor asoma por vez primera en el ánimo de Maggie. Tanta felicidad prolongada le hace sospechar a veces lo peor. Llevan allí ya cuatro estaciones, juntos, en esa casa. Desde aquella noche torrencial de otoño en que se encontraron. Esta sombra atenaza su corazón al despertar sola en su cama. “Ojos de fuego” no está.

La mujer que comienza a respirar con cierta angustia, baja las escaleras en su busca. Cada escalón es una dentellada del miedo. Maggie pronuncia indecisa una y otra vez el nombre del chico, in crescendo, hasta el grito. El silencio responde. La puerta de la calle está abierta de par en par. Cuando se precipita al exterior tampoco halla al muchacho. Su carrera le lleva más allá de la portezuela de madera que da acceso a la finca, y corre, corre desesperadamente por los campos bajo el manto azul de Prusia de la noche, con la letanía del nombre. Sólo las estrellas asisten con su frío silencio allá arriba. Los mochuelos entonan melancólicos réquiems. Al fin, ella llega al mismo lugar donde hicieron el amor por vez primera, bajo las primigenias nubes de la primavera extinta. Allí, bajo una monumental luna llena, acierta a descubrir a “ojos de fuego” que permanece sentado, sereno, silencioso. Maggie, que ha aminorado su marcha hasta detenerse en seco, se acerca ahora respetuosamente, despacio, casi de puntillas, como quién accede a un lugar sagrado, como quién no quiere ser oído, como para no profanar ese halo de misterioso secreto que envuelve la escena toda. Se llega ante la figura sedente casi inclinándose por completo en reverencia, y luego, tras una solemne pausa, como en una ceremonia, se echa ante el muchacho en una improvisada postración. La mujer besa los pies y los enjuga con sus lágrimas cálidas, hijas del temor y la alegría a la vez. Alegría de haber comprobado que sus miedos eran infundados. “Ojos de fuego” permanece inmóvil, como una estatua. Como si no se hubiese percatado de la presencia de Maggie. Pero a ella eso no le preocupa en ese instante. El tiempo se ha detenido de nuevo. Los recuerdos se han desvanecido. El futuro espera ahora un tanto más lejos. Las galaxias  prosiguen imperturbables su danza cósmica sorda, lejana. La estación avanza. Los grillos cantan incansables su hermosa nana.


Indiana Om



2 comentarios:

  1. Un extracto, un trozito de ese gran relato "Ojos de Fuego" al que se siente que le tienes un gran cariño. Gracias por recordar.
    Un besico
    mj

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  2. Sí que le tengo mucho amor a ese relato...refleja algunos de mis puntos clave.
    gracias por comentar...

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